«Un escritor no puede negar su naturaleza. Es un contador de historias donde crea mundos
y personajes, y siempre estará con sus sentidos receptivos, dispuesto a captar
todo aquello que enriquezca su relato. Es por ello que toda persona que ha
tenido contacto con uno, debe saber que éste, sin pedir autorización, ya se ha
apropiado de ciertos aspectos de su vida, y los ha hecho suyos. Quizá ha tomado algún rasgo físico, o el
color de sus ojos, o el largo y forma de sus cabellos, o alguna actitud mostrada
ante alguna situación, o el tono de su voz, o alguno de sus dichos. Si una persona ha conocido a un escritor,
algo de ella le pertenece» (D. S.)
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